giovedì 21 febbraio 2008

Ritorno a Roma

4:40 de la madrugada y suena el despertador. Nunca he madrugado tanto, pero la ilusión es tremenda. Más de medio año despues, vuelvo a Roma. Bocata, cepillo de dientes, palestino y voy a abrir el metro. La ciudad está sorprendentemente viva, pero con legañas. Pillo el cercanías al límite, lo que me salva de una más que probable pérdida del avión. En el bus que me recibe en la estación del aeropuerto, un hombre se pone una corbata con gomas, de las falsas. Miro los quioscos y aún no hay ningún periódico. Nada que facturar, todo en orden, y yo por fin sentado camino a Roma, en una ventana al lado del ala, como me gusta.9 de la mañana, he estado a punto pero no he podido dormirme en mi asiento. Del avión voy directo al tren y ya veo gomina y gafas de sol cuando casi no hay luz. Estoy en Italia. Y por lo tando el tren no se paga. Una mujer no para de llamar por el móbil delante mio, cuenta todo el rato como le va el trabajo y ríe escandalosamente. Un viejo me pide los diarios que me han dado en el avión, pero ante mi advertencia de que están en castellano decide pasar de ellos. Fiera di Roma, Poggio Mirteto, Trastevere, Ostiense y Tuscolana. Si no he estado en esas dos últimas paradas cincuenta veces no he estado ninguna. Metro hasta mi casa y oir los anuncios de cada estación me trae la tira de instantes a la cabeza.La furgoneta que vende alcachofas está en la misma esquina de siempre, la cafetería que vende dulces sicilianos está tan llena como solía y el mercadillo, como cada mañana, atrae a todas las mujeres del barrio que superan los 40. En Pizza Buona no están ni Lorena ni Paolo pero dejo el recado con la esperanza de volver al dia siguiente. No tendré tiempo. Hay una peluquería nueva en la esquina y debajo de mi casa ha abierto una tienda de vinos mayorista. A casa no subiré. Dudaba y lo he tenido claro cuando he llegado: no tengo mucho que decirle a Paola, y mucho menos a Marco. No me cuesta nada aceptarlo, esa es la realidad.11 de la mañana. Estoy en San Giovanni, la catedral, el edificio que más me gusta de toda la ciudad. Descubro una calle que lo conecta con el Coliseo y me aventuro a seguirla. Nunca es tarde para estas cosas. Está lleno de gente, la calle que lo rodea es un caos y tiro a Venezia. No veré a Berlusconi por unos metros de diferencia y termino en recorrido en la librería Feltrinelli, donde compro la autobiografía de Gattusso y la historia de la mafia.12'30 del mediodía, llego a la mensa. Ya no hay nadie conocido más allá de los camareros, y ni así. Pongo caras a los cuerpos inclinados sobre las bandejas transportándome un año atrás. Es con estos detalles que uno se da cuenta de que el pasado ya no vuelve, que el paréntesis está cerrado. La nostalgia es poderosa y la mensa me ha soportado muchas horas. Pido una cerveza y la gozo en "nuestro sofá", que está vacío aún siendo, de calle, el más cómodo. Leo a Gattusso mientras espero a los demás, que llegaran cerca de las 14. Allan y Serena, que nos acojen, y Miguelín, Albert y Xavi. Los abrazos son fuertes y largos y ninguno podemos sacarnos la sonrisa tonta de la boca.Comemos y reimos cuando la mensa casi está desierta y volvemos a los sofas recuperando un capuccino que no me he atrevido a pedir en Barcelona. Cuando llega Diana - caperucita roja nos ponemos en plan abuelo cebolleta recordando viejos tiempos. Luego, en la asociación, seguiremos compartiendo recuerdos finiquitando un Pampero entre mil risas más. Momento extintor.19'00, subimos al monumento a Vittorio Emanuele para ver el foro desde atrás, elevados. El Irish Lounge está a petar así que vamos al de Nazionale. Nano llega tarde, como es habitual, pero se le perdona todo por lo contentos que estamos todos de verle. Entre pizzas i Carlsberg casi estamos más hablando que por el partido. 2 - 1 y división de opiniones respecto a lo conveniente del resultado.23 y algo, quedamos con Diana y nos dirigimos a Campo dei Fiori para terminar en la Cucagna. Empieza la noche, hace frío y los que han ido al Olímpico tardan en aparecer porque los caravinieri les hacen estar en la grada sin darles explicaciones durante más de una hora.No se cuando, pero finalmente aparecen. Vuelven los abrazos y con ellos la certeza de que por mucho que pase el tiempo los lazos siguen intactos. Edu se ha cortado el pelo, Álvaro casi amaga con una lagrimita y Dani casi no puede ni hablar. Se les ve contentos. Sin que nadie lo proponga nos dirigimos a por unas birras mientras se suceden más abrazos. A ver quien tiene más ganas de fiesta. Álvaro saca billete y pide todas las latas que sean posibles. Me presenta a su hermano y a su padre, que se suman a los brindis y a las fotos. La Cucagna se va vaciando y nosotros tenemos la noche por delante. Nuestras absentas cierran el antro, despedimos a Diana, que pilla vuelo mañana a primera hora, Allan, que presentará la tesina bebido y Serena y Miguel, que se mueren de cansancio. Antes de enfilar hacia Navonna, unas cerdas se meten con nosotros a modo de alzamiento del telón de la noche, vuelan algunas latas y asoman algunos pajaritos a pesar de la rasca monumental. Algunos ya no podremos parar de reir hasta que caigamos dormidos.Nano se planta ("Si ese puerta me da una ostia yo le pego otra") y los demás reímos. No hay nada abierto más que el peor antro de la ciudad con algo parecido a prostitutas dentro, pero si en una noche de martes solo tenemos esa cueva, bienhallada sea. Bajamos escaleras y yo ya no soy persona. La ginebra se une al bagaje anterior y todo son bailes y burradas hasta que, evidentemente, nos echan. Me lo estoy pasando muy bien, pero no tenemos a donde ir.Ya solo recuerdo pedirle a Dani que se pare el taxi para rujar, y después me contaron que abrí la puerta antes de tiempo y le di a otro coche con ella antes de sacar la mezcla de la noche. Casa de Nano quedaba lejos y hacía frio, así que cuando llegamos estabamos petados. Tanto, que en mi caso ni colchón pedí: llegué a la habitación y me tiré al suelo con chaqueta y bambas, posición fetal, mientras los cabrones hacian la foto.Lo que sigue ya son todo despedidas pero con sabor a arrivederci más que a otra cosa. Me da igual la próxima parada si es la mitad de ésta. He sido muy feliz.