Hay escenas que retratan a personajes. El salón tenía que cerrar, las luces se apagaban y el gorila ucraniano echaba del palacete a los invitados como quien barre la mierda del portal de su casa. Evidentemente, no a todos. No a nuestros protagonistas.
Mientras un par de ellos buscaban la piscina para darse un chapuzón, otros dos intentaban esconderse en el baño para poder echar un último trago cuando todo estuviera desierto. Por su parte, el protagonista del cotarro, el novio, venido arriba como nunca, le ofrecía el dinero que quisiera al DJ con tal de seguir la fiesta. La novia lo zanjó con una sonrisa y cinco palabras: "Mi marido ha bebido demasiado". Fue glorioso. Nos echaron, pero fue glorioso.
La horda de supervivientes se dirigió entonces al casino pastoreada por quien menos podía commendar -los más yonkis de la jornada- mientras nuestro laboratore sopesaba si el solar descampado era suficientemente íntimo como para poner a cuatro patas a su musa. Dada la hora que era, y no previendo nada bueno, el casino nos cerró las vallas en los morros, pero nos importó poco. Un poco de música desde los coches, el típico par de botellas que aparece de la nada y la gentileza de los suegros de nuestro hombre, que fueron a por churros y porras, nos dejaron cerrar la noche con una sonrisa en la cara y una pedrada en el casino.
Antes había pasado de todo, como marca el manual de las buenas bodas. La previa del novio no sabemos como fue, pero la de los invitados fue impresentable. A una hora del deadline pedíamos la sexta cerveza en un bar a 30 quilómetros de la iglesia. Por supuesto, íbamos sin duchar ni vestir y con aliento a alcantarilla, pero con la confianza (con la fe) de que aquello no nos impediría cumplir con el horario.
Erramos. Laboratore monopolizó uno de los baños maquillándose y depilándose las ingles, Piccolo solo se preocupaba de seguir con su avituallamiento, Porco estaba enchufado a la Fórmula 1 en gallumbos, el Sir se burlaba a gritos de Laboratore y yo, que había confiado en que alguien supiera hacer un triste nudo de corbata, me peleaba con el traje y con los lazos. Envolvimos el regalo con papel de Princesas Disney y cinta aislante. Pillamos el coche a 10 minutos vista del inicio de la ceremonia cerveza en mano y con el papel de regalo ya roto. Los intentos por camuflar nuestro cerdismo fueron en vano, porque tal cual nos sentamos en la iglesia las tías que estaban detrás susurraron un acusador "estos tíos son unos borrachos".
Nos importó poco. Piccolo y Porco se fueron a beber y a confraternizar con gente del pueblo, a los que quedamos dentro nos dieron un par de ataques de risa y cuando el cura cerró la misa abandonamos la iglesia gritando vivas a los novios. Aquello no podía salir mal.
martedì 25 settembre 2012
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1 commento:
Pau eres un mostro!
ya tengo ganas de la Cerdoboda II, Piccolo para cuando?
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